jueves, 30 de septiembre de 2010

Él

No estabamos enamorados -decía él.
"Y por todas esas cosas yo me sentía antagónicamente cerca de la Maga, nos queríamos en una dialéctica de imán y limadura, de ataque y defensa, pelota y pared. Supongo que la Maga se hacía ilusiones sobre mí, debía creer que estaba curado de perjuicios o que me estaba pasando a los suyos, siempre más livianos y poéticos. No había un desorde que habría puertas al rescate, había sólamente suciedad y miseria, vasos con restos de cerveza, medias en un rincón, una cama que olía a sexo y pelo, una mujer que me pasaba su mano fría y transparente por el muslo, retardando la caricia que me arrancaría por un rato a esa vigilancia en pleno vacío. Demasiado tarde, siempre, porque aunque hiciéramos tantas veces el amor, la felicidad tenía que ser otra cosa; algo quizá más triste que esta paz y este placer. La Maga no sabía que mis besos eran como mis ojos que empezaban a abrirse más allá de ella, y que yo andaba como salido, volcado en otra figura del mundo, piloto vertiginoso en una proa negra que cortaba el agua del tiempo y la negaba. Me molestaba un espionaje a la altura de mi piel, de mis piernas, de la manera de gozar con la Maga; pero no, lo que verdaderamente me exasperaba era saber que nunca volvería a estar tan cerca de mi libertad como en esos días que me sentía acorralado por la Maga."

Pero esto no supo decirmelo a mí, y se limitó a criarlo dentro como si fuese una gripe, una gripe de la que yo también acabé contagiándome por ir a querer ayudarle y sanarle. No sé aún si la culpa fue más mía que suya, ni si quiera sé si hay culpa que echarle en cara a alguien, pero sé que esos días no tenía ganas de nada... menos de él.

Encontrar el trapo rojo

Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños, abrazarle sobre sus hombros y acercarme a su cara, que sonreía sin sorpresa, convencido (como yo) de que un encuentro casual era lo menos casual de nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo del dentífrico.
Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños...

Pero lo que él no sabía todavía es que incluso yo, cuando pierdo el eje y la pista de mi mundo uso papel rayado; busco en medio mi propio caos algo de orden, abro el cajón y sólo me sale llorar por los sitios a donde van a parar las pelusas, y yo como ellas me acurruco y permanezco quieta. Porque él se convirtió en mi eje, y volví a cruzar las aceras y subir los peldaños... Pero no hubo hombros a los que abrazar.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Lo que me gustaría ser a mí si no fuera lo que soy

Siempre que viene el tiempo fresco, es decir al medio del otoño, me da la loca de pensar ideas de tipo excéntrico y exótico, como ser por ejemplo una golondrina para agarrar y volar a países donde haya calor, o de ser hormiga para meterme bien adentro de una cueva y comer alimentos recolectados durante el verano, o de ser una vívora, porque las tienen bien guardadas en una jaula de vidrio con calefacción para que no se queden duras de frío, que es lo que les pasa a los pobres seres humanos que no pueden comprarse ropa con lo cara que está, ni pueden calentarse por falta de leña, de carbón o también por falta de plata.

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Pero lo que realmente me gustaría ser a mí si no fuera lo que soy es pluma en el suelo...