martes, 19 de octubre de 2010

Al fin y al cabo, no nos hemos querido bien

-Yo sé más de ella que él.
-¿Sin haberla visto nunca, Lucía?
-Pero sí, la he visto tanto... Él la traía metida en el pelo, en él sobretodo, temblaba de ella, se lavaba de ella.
-Se puede avanzar en el conocimiento siempre que en un momento dado se lograra un coeficiente tal de amor que el espíritu cristalizara bruscamente en otro plano, se instalara en una subrealidad. Es un proverbio chino. ¿Usted qué cree, Lucía?
Una no puede querer a nadie de verdad
-Supongo que buscamos algo así, pero casi siempre nos estafan o estafamos. Todos estamos perdidamente enamorados pero hay algo verde, una especie de musgo, qué sé yo. Una no puede querer de verdad a nadie, enseguida hay cosas raras, historias de sábanas o pelos, y para una mujer tantas otras cosas...
-Amor, sexualidad... ¿Hablamos de lo mismo?
-Sí, si hablamos de amor hablamos de sexualidad, al revés no tanto. Pero la sexualidad es otra cosa que el sexo, me parece.
-Probablemente su amante buscó en la otra algo que usted no le daba, supongo.
-Ella no es la otra, yo tampoco. Él no tiene ni unas ni otras, cree ser el poseedor de cada una de ellas y no quiere reconocerlo, no se quiere hacer cargo. Él sólo tiene una al lado de la otra, en fila, y eso me da miedo, estar en esa lista interminable de "otras y unas". Él busca siempre un montón de cosas. Se cansa de mí porque yo no sé pensar, eso es todo. Me imagino que las demás piensan todo el tiempo.
-Pobre amor el que de pensamiento se alimenta.
-Hay que ser justos. Ella es muy hermosa, más que yo. Lo sé por los ojos con los que me miraba cuando volvía de estar con ella, volvía como un fósforo cuando se lo prende y le crece de golpe todo el pelo, apenas dura un segundo pero es maravilloso. Él volvía así y era porque ella lo llenaba de hermosura. Yo se lo decía, y era justo que se lo dijera. Ya estábamos un poco lejos aunque nos queríamos todavía. Esas cosas no suceden de golpe, ella llegó como el sol en la ventana, necesito metáforas para saber que no miento.
-Nunca hubiera creído. Me pareció que usted... En fin que ella pasaría como algunas cosas.
-Tampoco sabe cómo terminó.
-No.
...y esta noche que no se acaba nunca
-Ella va a morir. No por el voodoo que le practiqué, eso era una broma aunque lo hice muy enserio. Se va a morir de cáncer de pecho.
-Y vuestro amante...
-No sea asqueroso, no sabía nada cuando lo dejó con ella...
-Por favor Lucía, yo...
-Usted sabe muy bien lo que está queriendo decir. No sea canalla, no insinúe siquiera eso.
-¿Pero qué?
-¿Qué gana embarrándole? ¿No sabe que estamos separados, que se ha ido por ahí con esta lluvia?
-No pretendo nada. Yo no soy así Lucía, usted se pasa la vida malentendendiéndome.
-Déjeme en paz. Primero ella, luego usted. Todas esas manchas en las paredes, y esta noche que no se acaba... Usted sería capaz de pensar que yo la estoy matando.
-Jamás se me cruzaría por la imaginación.
-Basta. Él no me lo perdonaría nunca, aunque no esté enamorado de ella, ni de mí. Él sabe lo de la muñeca porque la vio y vio los alfileres. La tiró al suelo, la aplastó con el pie. Y eso que aumenta el riesgo. Me contó que se acostaba con ella y entonces yo comprendí que a él no le parecía necesario que yo me enfadase, yo también podría acotarme con usted ahora mismo, si me diera la gana. Es muy difícil de explicar. No se trata de traiciones y cosas por el estilo. Tengo que reconocer que desde que nos conocimos me dijo que él no se consideraba obligado. Al fin y al cabo, no nos hemos querido bien.

1 comentario:

  1. Me gustó mucho el texto. "Todas esas manchas en las paredes, y esta noche que no se acaba", genial esa frase. Acabo de conocer tu blog, te felicito (aunque no soy quien...) está muy bueno. Te sigo.
    Saludos

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