lunes, 4 de octubre de 2010

Entraban en calor y zas, se acabó

-La influencia de la técnica en el arte -dijo el más artista de todos metiendo las manos en una pila de discos, mirando vagamente las etiquetas-. Estos tipos de antes del long play tenían menos de tres minutos para tocar. Ahora te viene un pajarraco y se planta veinticinco minutos delante del micrófono, puede soltarse a gusto, dar lo mejor que tiene, pero no lo hace. Los anteriores se tenían que arreglar con un coro y gracias, apenas entraban en calor zas, se acabó. Lo que habrán rabiado cuando grababan discos.
-No tanto -contestó el más literato de todos-. Era como hacer sonetos en vez de odas, y eso que vengo cansado de leer en mi cuarto un estudio de Julián Marías que no termina nunca.

Puede soltarse a gusto, dar lo mejor que tiene, pero no lo hace.
Y vos no hablaste. Te quedaste callado por miedo a decir una burrada, pero sin agachar la cabeza, siempre la llevás alta, incluso en las ocasiones en las que deberías avergonzarte de ti mismo. Estabamos el artista, el poeta, el pensador, vos el metafísico y yo "la que sólo dice burradas". Y no soltáste palabra, y me pregunto si era porque te faltaban para poder hablar o si eran los celos, de mirar tan fijamente como mi mano se posaba en el pecho de otro, allí, delante de tus narices.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario