domingo, 10 de octubre de 2010

Las palabras para el amante

Porque él, las palabras... Es decir que las palabras para él... Cuestión ya masticada en muchos momentos de insomnio:
Andá al hotel, date un baño, leé...
"Llevarse de la mano a la Maga, llevársela bajo la lluvia como si fuera el humo del cigarrillo, algo que es parte de uno, bajo la lluvia. Volver a hacer el amor con ella pero un poco por ella, no ya para aprender, un desapego demasiado fácil, una renuncia que a lo mejor está encubriendo la inutilidad del esfuerzo, el fantoche que enseña algoritmos en una vaga universidad para perros sabios o hijas de coroneles. Si todo eso, la tapioca de la madrugada empezando a pegarse a la claraboya, la cara tan triste de la Maga mirando al nuevo mirando a la Maga mirando al nuevo, "Struttin' with some barbecue"... Pureza como la del coito entre caimanes, no la pureza de "oh maría madre mía con los pies sucios"; pureza de techo de pizarra con palomas que naturalmente cagan en la cabeza de las señoras frenéticas de cólera y de manojos de rabanitos, pureza de... por favor... Pureza. Basta. Andate. Andá al hotel, date un baño, leé Nuestra Señora de París o Las Lobas de Machecoul, sácate la borrachera. Extrapolación, nada menos."

Pureza de que ya no sabía lo que quería. Pureza de pensamiento impuro resentido y mancillado, como el niño que recibe una patada de otro niño y empieza a planificar su venganza, sí, justo a la salida del colegio. Pureza de mentiras. Pureza de querer partirle la cara a mi nuevo amigo y pureza de querer porder mirarme a los ojos mientras lloro sin sentirse culpable. Aquí empezó a crear su pureza.

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