miércoles, 13 de octubre de 2010

Eche veinte centavos en la ranura


Il verse son vitriol entre les euisses des
faubourgs
  
"Me apasiona el hoy pero siempre desde el ayer, y es así cómo a mi edad el pasado se vuelve presente y el presente es un extraño y confuso futuro donde chicos y muchachas beben sus cafés crème y se acarician con una lenta gracia de gatos.

¿Qué le voy a hacer? En mitad del gran desorden me sigo creyendo veleta, al final de tanta vuelta hay que señalar un norte, un sur. Decir de alguien que es un veleta prueba poca imaginación: se ven las vueltas pero no la intención, la punta de la flecha que busca incarse y permanecer en el río del viento.



Si quiere ver la vida color de rosa / Eche veinte centavos en la ranura...
 

Et pour courir le guilledou
Y vos estarás cuidando a tu hijo llorando de a ratos y aquí hay un sol amarillo que no calienta. A lo mejor escuchás música de cámara, probablemente Mozart, o has puesto un disco muy bajo para no despertarle. Y me parece que no te das demasiado cuenta que tu hijo estaría mejor en el hospital... Pero ya no te puedo hablar de esas cosas, digamos que todo se acabó y que yo ando por ahí vagando, dando vueltas, buscando el norte, el sur, si es lo que busco. Si es eso lo que busco. Pero si no lo busco, ¿qué es esto? Oh mi amor, me dolés en la piel, en la garganta, cada vez que respiro es como si el vacío me entrara en el pecho donde ya no estás.



Qui ouvrent grandes les portes du futur
 Y por qué no, por qué no había que buscar a la Maga, tantas veces me había bastado asomarme y apenas la luz de ceniza y oliva que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas y a su silueta delgada... Por qué no había que amar a la Maga y poseerla bajo decenas de cielos rasos a seiscientos francos, en camas con cobertores deshilachados y rancios, si en esa vertiginosa rayuela, en esa carrera de embolsados yo me reconocía y me nombraba.

No, viejo, eso se hace más bien del otro lado del mar, que no conocés. Hace rato que no me acuesto con las palabras. Las sigo usando, como voy y como todos, pero las cepillo muchísimo antes de ponérmelas. Desconfías y comprendo. Entre la Maga y yo crece un cañaveral de palabras, apenas nos separan unas horas y unas cuadras y ya mi pena se llama pena, mi amor se llama mi amor... Cada vez iré sintiendo menos y recordando más, pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario de caras y días y perfumes que vuelven como los verbos y los adjetivos en el discurso, adelantándose solapados a la cosa en sí, al presente puro, entristeciéndonos o aleccionándonos vicariamente hasta que el propio ser se vuelve vicario."

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