sábado, 9 de octubre de 2010

Menos mal que alguien se decide a situarse al nivel del mar

-Llueve -dijo el chino, mostrando con el dedo el tragaluz de la bombilla.
Disolviendo la nube de humo con una lenta mano
-Menos mal que alguien se decide a situarse al nivel del mar, no se ven más que zapatos y rodillas por todos lados, ¿Dónde está su vaso, che?

A la larga resultó que el vaso estaba lleno y a tiro
El nivel del mar no era mas que su nivel, y no era un nivel bajo, era un nivel privilegiado. Estaba sentado en el piso, allá con las colillas apagadas y la moqueta siempre manchada de cera de vela verde o de vodka, oliendo terriblemente a tabaco de hace más de un año. A ese nivel, no sólo aburrido por la poca variedad de zapatos y de rodillas a la vista de quién se sitúa allí, se pueden presenciar millones de detalles invisibles a los ojos del espectador del nivel convencional. Yo empecé a estar desesperada por él; hacía tiempo que no me nombraba y nunca se ponía a mi nivel, al de las pelusillas. Porque yo, más atrevida que ninguna, no me sentaba, me tumbaba en la moqueta esperando a que alguien se diese cuenta de mis desvaríos.

-Por ahí -dijo
A la larga resultó que el vaso estaba lleno y a tiro. Se pusieron a beber.

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